El miedo nos ayuda a sobrevivir y a veces toma forma de oportunidad.
Una periodista entrevistaba a un escalador que practicaba la escalada libre, cuando le preguntó: ¿No tienes miedo colgado sin cuerda cuando hay riesgo de una caída de 150 metros? El escalador respondió “¿Que si tengo miedo? Claro que tengo miedo, si no tuviese miedo estaría muerto, lo que pasa es que utilizo ese miedo para estar concentrado, para no correr, para asegurar los apoyos, para evaluar si puedo o no puedo continuar.”
Oportunidad de crecimiento
Cuantas veces se nos presenta un reto, una situación desconocida, en definitiva una oportunidad de crecimiento, un simple cambio, y acompañando a este una sensación de temor. Instintivamente nos ponemos en marcha para hacer que este estado cambie, que desaparezca el miedo y así buscamos en muchas ocasiones la salida fácil ”No me enfrento a esta situación, a este cambio”.
En muchas de estas ocasiones el miedo aparece por la creencia de que no podremos afrontar las dificultades que surgirán. Y al servicio de esta evitación nos perdemos y nos alejamos de nosotros mismos y nuestras necesidades.
Oportunidad para sobrevivir
Para ayudarnos a ser cautelosos, viene en muchas ocasiones justificado. Nos ayuda a sobrevivir, nos alerta de que nos retiremos de situaciones que son amenazantes, bien para nuestra supervivencia, o también para nuestra autoestima o autoconcepto, terreno en el cual es menos evidente. El miedo como tal no tiene otra función que ayudarnos a sobrevivir.
Esta emoción es función de nuestros patrones de creencias y pensamientos. Y aquí viene todo el lío. Con nuestras creencias o pensamientos es fácil que nos sintamos amenazados por situaciones o cambios que no tienen tanta implicación para nuestra supervivencia y perdamos las oportunidades que traen de la mano estos cambios.
Dificultades
La gran dificultad y el gran reto es no sucumbir ante él. Reconocerlo, darle su sitio, es nuestro compañero, nos ayuda a seguir vivos, a parar y evaluar riesgos y posibilidades de éxito y también puede ser nuestro enemigo, paralizarnos ante el cambio, impedirnos romper nuestras cadenas, crecer, afrontar una situación con la incertidumbre de qué puede salir de ella.
La cuestión es, ¿Qué queremos hacer con esta sensación de temor?
O yendo más allá: ¿Qué te gustaría hacer y no te atreves? ¿Dónde te gustaría estar? ¿Cómo te gustaría vivir? ¿Qué miedo hay detrás? ¿Obedece a tus creencias? ¿A tus experiencias?
Tu miedo quiere ayudarte. Pero que quiera no significa que lo haga, o que lo haga siempre. Tal vez podamos respondernos a: ¿Qué idea o pensamiento está detrás? ¿Sigue siendo real, sigue siendo igual de útil que cuando este pensamiento se instaló? ¿Cuántas cosas he perdido por el miedo a perder?
Te invito a cuestionar tus miedos, desde un punto de vista crítico, a dejarte acompañar por él cuando sirva y a poder dejarlo cuando no.
Puedes consultar en qué consiste desde el ámbito físico biológico aquí y si lo deseas contactar conmigo para cualquier consulta que desees realizar.
Pingback: 5 Consejos para el aislamiento domiciliario - DUARTE